miércoles, 11 de junio de 2014

Un romance en nuestras manos


Amo la tecnología, computadoras y todo lo que nos han traído. Pero nada se puede comparar con escribir a mano.

Esta semana, un articulo en el New York Time explicaba que las próximas generaciones cada vez escriben menos con lápiz y papel, y que en unos años, la letra manuscrita será una cosa del pasado.


Triste pero real. Mis hijas no entienden la mitad de las notas que les dejo en la mesada (aunque también es una excelente excusa para no vaciar la lavadora de platos) y últimamente, lo mas extenso que he escrito es un post-it para recordar hacer algo.

Según el articulo, escribir a mano favorece el aprendizaje y estimula ambos hemisferios del cerebro entre otras ventajas.

Cuando era chica, en la escuela aprendíamos letra gótica, con el plumín y la tinta china (la que tenia un olor tan particular que esta impreso en mi memoria). Odiábamos esas clases, de las que salíamos con los dedos y el guardapolvos manchados de tinta y es cierto, nunca mas use la letra gótica en mi vida, pero hace poco compre un equipo de caligrafía para recordar y practicar el manejo de los elementos de escritura. La vida tiene una manera divertida de enseñarnos ciertas cosas.

Recuerdo que años después, cuando estudiaba en la Universidad llenaba hojas y hojas de apuntes, y luego hacia (a mano, con marcadores de colores) posters resúmenes para estudiar y escribir manuscrito algo de todos los días.

Pero claro, esa era la época de los dinosaurios, sin computadoras o Internet. 

Ahora, el teclado, silenciosamente ha tomado el lugar del papel y el lápiz, autocorrigiendo errores, cambiando el tamaño de las letras y haciendo la vida mas fácil, pero también, perdiendo esa intima conexión entre el papel y el delicioso trabajo de escribir en él.

A pesar de la tecnología, sigo siendo de la generación del papel, aquellos que imprimimos “para leer mejor” y necesitamos subrayar, marcar, hacer notas en el margen.

Nada se compara con el ruido del lápiz pasando sobre la hoja de papel, irrumpiendo la blancura con un trazo, amando la superficie y dejando la vida en ella.

Lápices son mi favorita herramienta de escritura cuando algo es serio, porque se alguna manera siento que la conexión es mas etérea, natural, personal.

Lamento que las nuevas generaciones pierdan esta habilidad y que el escribir a mano solo quede en manos de unos pocos, perdonando la ironía.

Espero a pesar de los años, siempre exista aquella niña adolescente que se sienta en una ventana soleada, abre su diario, escribe sobre sus sentimientos y es testigo del mágico romance entre un lápiz y un simple pedazo de papel.  

Yo fui esa niña, soy esa niña y no me gustaría que desapareciera. Porque no hay nada mas triste que una ventana vacía. O un papel sin escribir.



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