Animarse.
Volar. Crecer.
La
sociedad nos limita, nos corta las alas y esto pasa porque nosotros nos
sometemos a reglas sociales que no siempre tienen sentido. El que dirán, el que
pensaran los otros, afecta nuestra vida en forma cotidiana, simplemente porque
nosotros lo aceptamos.
Pero el
primer permiso, va por dentro, para volar no se necesitan alas. Solo cerrar los
ojos.
Y
sentir la brisa.
Y
brillar bajo el sol.
Cada día
puede ser una bendición, o un nuevo desafío. O ambos, pero no depende de
nuestra historia, como muchas veces decimos. Tampoco del futuro, al cual no podemos
manejar y que no sabemos lo que nos depara. Todo depende del presente, de ese
sutil y breve momento que sigue moviéndose a pesar de todo y en que es tan
difícil enfocar nuestra atención.
Una de
las características de mi personalidad es que planeo todo el tiempo, me preparo
para el futuro, preveo acciones, situaciones y tengo que admitir que la mayoría
de las veces, nada ocurre como lo pensado. Paso días preocupándome por cosas
que finalmente no ocurren y no estoy preparada para afrontar otras que se aparecen
en el camino.
Entonces,
finalmente lo único que pierdo es energía
para disfrutar el presente.
Hace un
tiempo leí una historia sobre como las distintas culturas manejan el tiempo. Más
allá de las diferencias que las diferentes sociedades tienen sobre el concepto
de puntualidad, las culturas occidentales tienen a ver el tiempo como algo
lineal y las orientales como algo circular. Para los chinos especialmente, las
horas, los días, la vida son una sucesión de ciclos (en realidad usamos ese
concepto en el reloj circular, pero mentalmente, el tiempo para nosotros pasa de
una manera lineal).
Ohhhhh.
Momento Aha!
Todo
vuelve al origen, los ancianos se vuelven niños y el círculo puede ser mayor o
menos según los años vividos, pero la vida es circular, compuesta por millones
de presentes que van pasando e impactando el siguiente momento. Si pensamos en
una forma lineal, los momentos no se relacionan entre sí, todo se pierde en el
pasado y solo somos una línea sin final.
Inconscientes
de nuestra mortalidad.
Quienes
tenemos cáncer lo sabemos. Mucha gente piensa, (o a veces nos preguntan) si nos
vamos a morir. El consejo en muchos foros de cáncer es contestar: “Si, y vos
también”. Por suerte nunca tuve que apelar a esa respuesta que es tan cruda
como honesta. Por una cuestión de sanidad mental, no necesitamos pensar todo el
tiempo en nuestra mortalidad, pero tal vez nos ayude a bajar un poco del
pedestal si recordamos que al final, todos somos humanos.
Y como
humanos que somos, tenemos una hermosa vida que disfrutar. Sin plan de vuelo,
sin red.
Hoy,
todos tenemos permiso.
Mañana también.
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